¿Qué hacemos con nuestro amor?

Terapia de pareja en el estancamiento durante el noviazgo

Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.[1]

1. Introducción

Terror de amarte en un sitio tan frágil

como el mundo.

Mal de amarte en este lugar de imperfección.

Donde todo nos quiebra y enmudece

Donde todo nos miente y nos separa.

Sophia de Mello

Durante el 2000 se inscribieron en el Registro Civil Boliviano 41.197 matrimonios, mientras que el 2012 lo hicieron 34.543 (Instituto Nacional de Estadística (INE), 2015). Sin considerar el incremento de la población, es notable la disminución de parejas que decidieron casarse. Señalando otros datos: el 60% de las mujeres en edad fértil viven en estado de unión conyugal, en matrimonio el 41% y en unión libre 19% (ob.cit.).

Cabe indicar que durante el 2011 se produjeron 5.877 divorcios. En Bolivia se realizan en promedio dieciséis divorcios al día, sin embargo no todas las separaciones son registradas por las entidades legales pertinentes (Coordinadora de la Mujer, 2015).

Los datos estadísticos nos ofrecen una visión general del estado de la situación, no pueden por sí solos explicar los fenómenos inherentes a los motivos coligados a la disminución de los matrimonios y al incremento de divorcios.

Al parecer, un factor común en las parejas jóvenes actuales en la ciudad de La Paz es la infravaloración del compromiso, observándose una primacía de la intimidad y la pasión sobre el compromiso (Pinto, 2006; Cooper y Pinto, 2008). Por el contratrio, en una muestra de universitarios y universitarias rurales de origen aymara es el compromiso el que prima sobre los otros dos factores del amor (Pinto, 2011a). Lo mismo ocurre en la ciudad de Santa Cruz, donde el compromiso es prioritario en relación a la intimidad y pasión, contrastando con los universitarios paceños en los que prevalece la pasión y la intimidad (Saucedo & Pinto, 2014).

De estos datos es factible construir la siguiente hipótesis: si los jóvenes universitarios paceños priorizan la pasión y la intimidad en desmedro del compromiso, entonces es probable que las parejas no busquen casarse como finalidad de su relación amorosa.

Al respecto, Sebastián y Pinto (2014) analizaron a una pareja que vive en unión libre hace dos años, uno de los objetivos fue indagar los motivos por los que prefirió la convivencia sin el matrimonio. Evitaron el matrimonio debido a que obliga a un compromiso social, mientras que la convivencia se establece por un acuerdo entre dos sin necesidad de involucrar al entorno social.

Aliaga y Pinto (2014) investigaron las expectativas hacia el matrimonio en mujeres solteras entre dieciocho y veinte años, utilizando la técnica de grupos focales. Obtuvieron las siguientes conclusiones: el matrimonio es considerado como un contrato basado en el amor, el respeto y el compromiso. Las participantes del estudio coincidieron en señalar que es muy difícil establecer un compromiso para toda la vida: al casarse las personas pierden su libertad, el matrimonio se torna aburrido de tal manera que a las parejas no les queda otra que ajustarse a la monotonía. Se espera que el matrimonio perdure, haya respeto, reglas claras, confianza, amor verdadero, fidelidad, sinceridad y amistad. Sin embargo, consideran que es imposible alcanzar ese ideal debido a que son indefectibles la tristeza y los problemas.

Barriga y Pinto (2012) indagaron las diferencias entre varones y mujeres en relación a las expectativas matrimoniales en cinco parejas en etapa pre nupcial compuestas por personas entre 24 y 30 años. Encontraron que las mujeres tienden más al romanticismo que los varones y las expectativas hacia el matrimonio son planteadas de manera diferente en las mujeres en relación a los varones, sin embargo, en ambos sexos se enfatiza la importancia de la fidelidad, la sexualidad y el compromiso religioso para tener un matrimonio exitoso.

Un fenómeno que se asocia con el desdén hacia el compromiso es “el prende”. Se trata de una relación casual y momentánea de los jóvenes, enmarcada en el contexto de la sensualidad, cuyo objeto es el placer de las sensaciones eróticas sin coito, intimidad ni compromiso. Este vínculo casual de placer es consensuado por cada uno de los componentes del juego erótico, serán compañeros eróticos por algunas horas nada más (Rojas & Pinto, 2014).

La relación de pareja ha sufrido un cambio importante a partir de los procesos de emancipación femenina (Deere, Alvarado & Twyman, 2012). En el discurso de las mujeres jóvenes paceñas el tema de la libertad es nuclear; mientras que en las de la generación de los ochenta lo es la necesidad de rebelión contra el marido, en cuanto las mujeres de los sesenta se concentran en temas relacionados con el cuidado del hogar (Medina & Pinto, 2012).

Es probable que la lucha por la emancipación femenina en el vínculo amoroso sea poco tolerado por los varones, lo que influye en la manifestación de relaciones violentas (Pick, Leenen, Givaudan & Prado, 2010). Otro factor asociado a la violencia durante el noviazgo es la dificultad en asumir la fidelidad afectiva y sexual, consecuencia de ello es el surgimiento de los celos y la infidelidad, asociados, claro está, al control y castigo expresados con descontrol de la ira (Uyuni & Pinto, 2014).

Estas aproximaciones al problema de la postergación del matrimonio en el contexto paceño se aprecian también en estudios llevados a cabo en otras latitudes, por ejemplo en Santiago de Chile y en Caracas se encontró la presencia de crisis a la hora de decidir por el casamiento relacionada con la democratización de los roles en la vida conyugal en vez de la rigidez de los mismos presente en otras épocas, lo que deriva en una resistencia femenina a asumir el papel de madre-esposa y a la exigencia masculina para que las mujeres se ajusten a esa función. Además las mujeres esperan un matrimonio “mágico” en vez de rutinario y a un esposo trabajador pero romántico (Maira, 2006).

Según la perspectiva feminista, el matrimonio se funda en la dominación masculina, por ello es una institución contraria a la libertad de la mujer (Grant, 2013). Esta aproximación, si bien radical, propone una explicación al por qué de la postergación del matrimonio: hoy las mujeres están preocupadas con su realización personal, consecuente con el ejercicio de su libertad, no pretenden ajustarse al rol de esposa que coarta su independencia y la somete a la voluntad del esposo (Lagarde, 1990).

Carroll et al. (2007) parten de la teoría del ciclo vital familiar para elaborar la “Teoría del Horizonte Matrimonial”, entendida como la perspectiva futura de casarse que elaboramos en la juventud. En ese sentido, construimos imágenes acerca de ese acontecimiento posible pero lejana, contemplando tres aspectos: (a) la importancia relativa del matrimonio en los planes actuales de la vida personal, (b) el momento de casarse, y (c) los tipos de requisitos que uno cree que se necesitan antes de estar listo para casarse. Es en ese sentido que Carroll et al. (2009) investigan los criterios que utilizan los jóvenes (18 a 25 años) de una muestra compuesta por 481 mujeres y 307 varones seleccionados en cinco universidades estadounidenses, los resultados mostraron que apenas el 10% de la muestra expresa estar preparada para el matrimonio porque cumple los requisitos para conformar un matrimonio feliz.

Li (2014) revisó catorce investigaciones en los Estados Unidos, relacionadas con las actitudes hacia el matrimonio en jóvenes, concluyendo que las negativas se producen en las personas que provienen de familias en las cuales sus padres se divorciaron o existieron conflictos asociados a la violencia y al caos. Esta revisión coincide con las investigaciones de Dennison y Koerner (2008) y de Riggio y Weisser (2008), en las cuales encontraron una elación directar entre las actitudes negativas hacia el matrimonio y la experiencia de divorcio de los padres en adolescentes universitarios.

En otra pesquisa, Willoughby (2010) hizo el seguimiento durante cuatro años de una muestra compuesta por 1.010 adolescentes de Minnesota (53% varones) y encontró que las actitudes hacia el matrimonio dependen de la raza, el sexo y la estructura familiar, a las que se añaden las expectativas educativas: a mayor aspiración profesional, menor interés por el matrimonio. La relación entre el trabajo y la actitud hacia el matrimonio fue estudiada en catorce países, con una muestra de 14.827 mujeres, hallándose que a mayores dificultades laborales es más probable una actitud negativa hacia el matrimonio (Fuwa, 2014).

Estos estudios coinciden con los hallazgos en México realizados por Romo (2008), los jóvenes han configurado al matrimonio como una institución con exigencias muy difíciles de alcanzar: fidelidad, armonía, entretenimiento, enamoramiento inquebrantable, creatividad, actividad sexual intensa, etc. Sin embargo, se contrapone a las vivencias con el matrimonio de sus padres y el miedo a perder la libertad.

En síntesis: no es el matrimonio el que está en crisis; al contrario, los jóvenes tienen como meta casarse, pero esperan un matrimonio perfecto para el cual no se sienten preparados por lo que prefieren postergarlo. A ello se agrega el miedo a renunciar a las metas personales.

 

2. El problema

Quiero que me ames,

a pesar de ti mismo.

Renata Durán

La terapia de pareja tiene como finalidad ayudar a las parejas para mejorar su comunicación, incrementar la aceptación mutua y agudizar las conexiones afectivas y sexuales (Owen & Quirk, 2014), además se procura un cambio en el contrato conyugal que permita una mejor convivencia amorosa (Pinto, 2012; Sager et al., 1971; Weeks, 2013).

Sin embargo, cada vez son más las parejas que buscan ayuda psicoterapéutica para resolver el dilema: ¿qué hacer con el amor? Se trata de relaciones de noviazgo que se estancan al no estar seguras si vale o no la pena contraer matrimonio. Generalmente llegan con distintas demandas, las más usuales: problemas de comunicación, manifestación de violencia, celos, infidelidad, alteraciones de su vida sexual, conflictos con las familias de origen o con los amigos y amigas.

A la complejidad de la terapia de pareja (Davis, Lebow & Sprenkle, 2012), se añade la confusión de la demanda en parejas de novios. Parafraseando a Elkäim (1995), solicitan “cambiar sin cambiar el estado de noviazgo”.

Es posible identificar cinco estructuras básicas en las relaciones estancadas en el noviazgo:

a) Parejas idealizadoras del matrimonio: establecen una meta conyugal inalcanzable debido al perfeccionismo en su concepción del matrimonio. Generalmente colocan como requisito indispensable la fidelidad absoluta, la comunicación diáfana y el enamoramiento perpetuo. Los conflictos de la relación se centran en los sentimientos, son intolerables ante la disminución del deseo sexual, el interés del uno por el otro y la amenaza de dejar de ser prioridad en relación a otros aspectos de la vida personal.

b) Parejas donde uno o ambos miembros están ligados a sus familias de origen. Es imposible la desvinculación de algún miembro de la familia de origen, generalmente, la madre; aunque no es raro que la ligazón sea con el padre o con los hermanos. La pauta suele ser que el compañero o la compañera no es bienvenido (a) en la familia de origen, por lo que la solución de convivir juntos y con la madre no resulta una buena idea.

c) Parejas con miedo a que la historia se repita. Uno o ambos componentes del vínculo amoroso pertenecen a familias con historias de sus progenitores conflictivas, ya sea por divorcios difíciles, violencia o crisis que les afectaron, por lo que temen que durante la convivencia lo vivido en casa se repita.

d) Parejas con miedo a perder la libertad. Usualmente se produce en parejas donde el éxito personal entra en contradicción con la felicidad conyugal.

e) Parejas colusionadas. Pertenecientes al campo de la psicopatología conyugal, no pueden estar juntas ni separadas, habitualmente tienden a proyectar fechas para el matrimonio que boicotean una y otra vez debido a los graves conflictos relacionales en los que se encuentran.

Por supuesto que existen parejas en las cuales se combinan las estructuras mencionadas, por ejemplo es posible una pareja donde se teme la desvinculación familiar y a la vez existe miedo a que la historia se repita, u otra donde haya idealización del matrimonio y miedo a perder la libertad.

Veamos algunos casos:

Caso 1: “una madre y cuatro gatos”

Julián[2] (47) y Rosa (50) son novios desde hace veinticinco años. Se conocieron en la universidad y desde esa época mantienen un vínculo amoroso. Julián vive con su madre quien adolece de una enfermedad en las articulaciones, él es responsable de cuidarla puesto que sus dos hermanas mayores radican en el exterior. Por su parte, Rosa vive sola desde muy joven debido a que quedó huérfana de padre y madre por lo que junto a su hermana migraron del campo a la ciudad de La Paz. La hermana se casó, tiene dos hijos y vive en Cochabamba. Rosa cuida a cuatro gatos a los que trata como si fueran sus hijos. Hace unos diez años intentaron convivir en casa de Rosa, lamentablemente Julián desarrolló una alergia hacia los felinos, por lo que estuvieron juntos apenas dos semanas. A los pocos años de enamorar, Rosa se embarazó, pero decidieron abortar porque “no estaban preparados para el matrimonio”. Ambos trabajan con ahínco, el plan era comprar un departamento, ¡compraron dos! Sin embargo ninguno ha sido habitado por ellos, actualmente están alquilados. Buscan terapia debido a que Rosa supone que Julián le fue infiel con la inquilina de uno de los mentados departamentos. Durante el largo noviazgo, trataron de romper la relación en tres ocasiones: la primera después del aborto, la segunda cuando Julián dejó la casa de Rosa debido a la alergia y la última algunos meses antes de iniciar la terapia a consecuencia de la infidelidad.

Caso 2: “Amor…y ahora…¿qué hacemos con nuestro amor?”

Manuel (37) y Galia (34), casados hace seis años, después de enamorar ocho. Fueron relativamente felices durante dos años de matrimonio, hasta que nació Carlita (4 años), a los pocos meses Manuel empezó una relación extramatrimonial por la que decidieron divorciarse. El esposo convivió un tiempo con su nueva pareja, Amanda. Sin embargo, se mantuvo relacionado con Galia. Al poco tiempo rompió la relación con Amanda. Manuel se fue a vivir con su madre. A partir de ese momento Galia aceptó vincularse nuevamente con su ex esposo. Llevan dos años como novios. Buscan terapia porque Galia está embarazada y no están seguros si vale la pena volver a convivir puesto que la relación está bien como está a pesar de las presiones que ambos reciben para volver a casarse por parte de sus familias de origen y los amigos.

Caso 3: “Primero yo…después tú”

Nelson (31) es actor de teatro, enamora con Natalia (29) que cursa una maestría. Enamoran tres años y alistan su matrimonio. Natalia le plantea a Nelson que quiere tener un hijo pronto. Para Nelson esto es impensable porque le dedica todo el tiempo posible a su trabajo artístico, viaja a menudo y pretende hacer una especialización como clown en Brasil. Asisten a terapia derivados por un psiquiatra, al que recurrieron debido a un cuadro depresivo en Natalia. Durante la terapia, emergió la desazón de ella ante la postura intransigente de Nelson: no quiere tener hijos. Durante una sesión Natalia expresó que tampoco piensa renunciar a su profesión y que quizás el planteamiento de querer convertirse en mamá sea un pretexto para evitar el matrimonio. Ante esa develación ambos decidieron retirar los planes del matrimonio, a pesar de que sus familiares y amigos estaban entusiastas con la idea. Con el paso del tiempo, resolvieron separarse. Actualmente Nelson está formándose para ser clown en Brasil, mientras que Noelia está embarazada de otra persona con quien no estableció un vínculo amoroso.

Caso 4: “Haré cualquier cosa…pero no me dejes”

Joel (33) lleva diez años enamorando con Ofelia (31), es una relación tormentosa, tuvieron muchas peleas violentas, en la peor, él la arrojó del auto en marcha, resultado de ello fueron varias fracturas en el cuerpo de Ofelia. A pesar de la violencia y la consecuente ruptura, retornan apasionadamente al lazo tormentoso. Han perdido la cuenta de las veces que terminaron y se reconciliaron. Buscan terapia debido a que finalmente decidieron casarse, sin embargo temen que la violencia ocurra en cualquier momento. Joel vive con su madre y Ofelia con sus padres y dos hermanos menores. Ambos trabajan y tienen un excelente ingreso económico que utilizan apoyando a sus respectivas familias. En la cuarta sesión de la terapia Ofelia plantea la separación porque no soporta las reacciones de su pareja, ante esa posición aparentemente taxativa, Joel se hinca delante de ella y le expresa la disposición a hacer los que sea para que ella no lo deje. Ofelia se inclina, abraza tiernamente a su pareja y llorando le expresa que debe aceptar la ruptura, no es posible continuar. Después de tres meses, Ofelia llama para pedir hora: ¡han retomado su relación!

 

3. La psicoterapia

Quiero una Venus amarilla

Saliendo de la espuma negra.

Pablo Neruda

¿Cómo afrontar desde la terapia la desazón del amor cuando ha llegado al límite y exige la convivencia?

En cualquier proceso terapéutico el requisito más importante es que el paciente quiera cambiar (Elliot, 2010; Horowitz, 2005, 2012; Sifneos, 1978; Lickel, Kushlev, Savalei, Matta & Schmader, 2014; Newman, 1994; Mahoney, 1985; Prochaska, & DiClemente, 1986), problema que se hace más complejo en la psicoterapia de pareja (Davis, Lebow, & Sprenkle, 2012) debido a que el paciente no es la persona sino la relación (Duncan, Miller, Wampold, & Hubble, 2010; Martínez-Taboas, & Oblitas, 2010; Simon, 2008). Por ello, es indispensable promover la comprensión en los componentes conyugales de que debemos trabajar conjuntamente en fomentar el desarrollo de un nuevo tipo de vinculación (Marmarosh, 2014) en vez de juzgar quien de los dos miembros tiene la razón.

Desde el inicio del proceso terapéutico es indispensable la evaluación de la funcionalidad conyugal, si se detecta la presencia de colusión o la presencia de trastornos mentales en uno o en ambos miembros de la pareja, el tratamiento deberá seguir otro curso (Pinto, 2011b).

La pareja estancada en la etapa del noviazgo generalmente no plantea como motivo de la consulta el dilema en que se encuentra: casarse o no. Los novios están paralizados y no se atreven a definir si cambian el estado de su relación, es como estar en arenas movedizas, en el afán de salir se hunden cada vez más. Por esta razón es indispensable definir el objetivo terapéutico: establecer la pertinencia o no de la problemática asociada a la toma de decisión por el matrimonio.

Posteriormente se debe indagar acerca de las expectativas que cada uno de los novios tiene hacia la vida matrimonial. Verificar con ellos la hipótesis acerca de las creencias y la construcción de las expectativas.

Una vez definidas las expectativas y las creencias, se compararán las similitudes y diferencias que cada uno de los miembros de la pareja poseen en relación a ellas. El siguiente paso quizás sea el más laborioso: la negociación de las expectativas. Trabajo que terminará con la reconstrucción de una meta conyugal a partir de las perspectivas personales. Si se logra definir objetivos comunes, es posible continuar la terapia para la consolidación del vínculo, si no, se ayudará en el proceso de la separación.

Cuando la decisión es continuar la relación, se debe proseguir con la evaluación de las capacidades personales y conjuntas necesarias para el alcance del propósito conyugal: la convivencia.

Al determinar las capacidades cognitivas, afectivas y conductuales requeridas para concretar la convivencia armónica, el terapeuta o la terapeuta procederán con el entrenamiento en dichas habilidades (Burgoyne, Reibstein, Edmunds, & Routh, 2010; Srtrom, 2003; Veldorale-Brogan, Bradford, &Vail, 2010).

En la tabla 1 se sintetizan las etapas de la terapia.

Tabla #1 Las etapas, objetivos y tareas de la terapia de pareja en casos de estancamiento en la fase del noviazgo

Etapa Objetivo Tarea
1. Evaluación de la funcionalidad conyugal. Determinar si es factible la terapia de pareja exenta de patologías individuales o conyugales. Establecer la presencia o no de trastornos mentales en cada uno de los miembros de la pareja. Evaluar la posibilidad de colusión conyugal.
2. Contrato terapéutico. Conciliar el objetivo terapéutico dirigido al cambio del tipo de relación conyugal. Concretar la meta terapéutica, desarrollando un nuevo tipo de vínculo amoroso.
3. Análisis de las expectativas hacia el matrimonio Comparar las diferencias y similitudes de las expectativas hacia el matrimonio. Asociar el análisis a los mitos y legados de las familias de origen. Definir las expectativas hacia el matrimonio en cada uno de los miembros de la pareja
4. Evaluar la racionalidad de las creencias sobre el matrimonio. Reflexionar sobre la pertinencia racional o no de las creencias asociadas con la vida matrimonial. Identificar las creencias racionales e irracionales acerca de la vida matrimonial en cada uno de los miembros de la pareja.
5. Evaluar las capacidades indispensables para la vida matrimonial Establecer las competencias cognitivas, afectivas y conductuales para la vida conyugal. Analizar y evaluar las habilidades cognitivas, afectivas y conductuales para la vida matrimonial en cada uno de los cónyuges.
6. Toma de decisión. Definir la decisión: mantener la relación como está, romper el vínculo o concretar la convivencia Colaborar a la pareja en la toma de decisión sobre el futuro de la relación. Recurrir a técnicas de mediación para la negociación de la meta.
7. Elaboración del contrato matrimonial. Establecer los rubros y sus contenidos del contrato matrimonial. Si la pareja decide convivir, mediar en la elaboración del contrato matrimonial, definiendo áreas y contenidos.
8. Entrenamiento en las habilidades para la vida matrimonial. Definir y aplicar un programa de entrenamiento en habilidades para la vida matrimonial Entrenar a la pareja en habilidades de comunicación, negociación, afrontamiento de problemas y aquellas otras que se hayan considerado como deficitarias.
9. Seguimiento Evaluar la funcionalidad de la vida matrimonial y ayudar ante la presencia de conflictos. Llevar a cabo el seguimiento de la relación conyugal al mes del matrimonio, luego a los tres, seis y doce meses. Finalmente si es posible evaluar el vínculo luego de tres años. Retomar sesiones de terapia si amerita.

En el caso de Julián y Rosa, se procedió durante las primeras sesiones a establecer la funcionalidad conyugal. El resultado demostró la presencia de rasgos asociados a una probable colusión del tipo: narcisista (Julián)-dependiente (Rosa), por lo que la psicoterapia se dirigió a la resolución de la estructura conyugal patológica. El tratamiento fue relativamente largo (un año) hasta que lograron reconocer la inutilidad de las exigencias afectivas infantiles mutuas ligadas a mandatos familiares que impedían, en ambos casos la desvinculación de las respectivas triangulaciones familiares en las que se encontraban.

En el segundo caso, el proceso terapéutico definió que la problemática vincular se organizaba alrededor de los roles de amantes, la misma que se veía perjudicada por la aparición del papel de padres. Ambos miembros de esta pareja eran incapaces de separar ambos roles: amantes o padres. Sus historias de crianza coinciden en la idealización de la necesidad de protección a los hijos, derivación del mito familiar según el cual las madres son indispensables para los hijos y los padres innecesarios. Esta mitificación del rol parental conllevó el miedo a la ruptura amorosa consecuencia inevitable del convertirse en padres. Ambos experimentan la necesidad de sacrificar el amor de pareja para albergar el cariño a los hijos: Manuel huye y Galia se apropia de la nena. Cuando se produce el re encuentro vivencian el temor a repetir la historia. La terapia les permitió comprender la gran influencia de sus mitos familiares y les obligó a re escribir la historia de amor sin que ésta eluda la función de padres. Como consecuencia del trabajo terapéutico esta pareja decidió probar con la convivencia.

En el tercer caso, la clave del éxito terapéutico fue el analizar las metas personales. Para él la prioridad es la realización personal y para ella el convertirse en madre. A pesar de los fuertes sentimientos que cada quien albergaba hacia el otro, las motivaciones eran diferentes. La ruptura fue extremadamente dolorosa porque ambos se prodigaban amor pero la exigencia de renuncia era un sacrificio al cual ninguno estaba presto a realizar.

El último caso remite a una colusión del tipo histérico-obsesiva. Una vez resuelto el impase producido por las sendas expectativas infantiles a la par que decidieron retomar la relación, trabajamos en la elaboración del contrato matrimonial en el cual fueron importantes los acuerdos en relación a sus familias de origen. A la par desarrollaron técnicas de comunicación y afrontamiento de problemas. La terapia se prolongó por dos años, erradicaron la violencia, elaboraron proyectos conjuntos y decidieron ser padres.

 

4. Conclusiones

El matrimonio es y seguirá siendo

el viaje de descubrimiento más importante

que el hombre pueda emprender.

Sören Kierkegaard.

 

Un nuevo motivo de consulta es la búsqueda de ayuda de parejas que no se deciden por la convivencia. El sentido común formula que es causa de la decadencia de la institución matrimonial. Sin embargo las investigaciones realizadas en Bolivia y en otras latitudes han demostrado que no es así, al contrario, los jóvenes han idealizado el matrimonio. Al plantearlo como perfecto asumen que se requieren capacidades extraordinarias en el vínculo amoroso para alcanzarlo.

A esto se suma la connotación romántica del amor que resulta en la irracional idea que el amor lo es todo para un buen matrimonio. Las parejas románticas creen que con los sentimientos será suficiente la supervivencia en la convivencia.

En psicoterapia será importante identificar estos tipos de crisis cada vez más frecuentes, de tal forma que se pueda dilucidar un plan terapéutico dirigido en primera instancia al discernimiento de los componente de la pareja sobre la pertinencia o no de juntar sus vidas.

Una vez más el espacio terapéutico se constituye en un microcosmos de los aconteceres de la sociedad. Los terapeutas debemos considerar los cambios socio – históricos en los cuales nuestros pacientes y nosotros mismos nos encontramos inmersos. Las representaciones y los significados se relacionan indefectiblemente con los valores imperantes, los cuales a su vez definen las actitudes de las personas hacia la construcción de sus vidas.

En el caso de las parejas la situación es más compleja, puesto que cada integrante del lazo amoroso proviene de familias con sus propias historias, mitos y mandatos. La verdad la construimos en función de nuestras relaciones con el mundo, por ello es que el amor de forma irreverente obliga a que los amantes deconstruyan sus propias realidades en favor de la siempre novedosa construcción del “nosotros”.

La o el psicoterapeuta de parejas será testigo de ese intenso proceso de destrucción-deconstrucción-construcción que hacen esforzadamente los consultantes, angustiados ante la imposibilidad de mantenerse estables ante la dinámica forzosa del entrelazamiento amoroso con todas las vicisitudes que ello implica y exige.

Nada más parecido al vacío de los acantilados que el futuro de un vínculo amoroso. Ese vacío fue rellenado por la imposición social del matrimonio, que nació para regir el romance y sin querer en muchos casos fue su verdugo. Los jóvenes de hoy más plenos de la ideología humanista han construido el puente entre ese vació y la felicidad a partir de tener un mejor matrimonio que sus padres, muchos lo han hecho con los pétalos del amor, tan frágiles que es frecuente que ni bien ponen un pie sobre él, se caen hacia la nada. Por eso muchos prefieren quedarse al borde del abismo imaginando la grandiosidad inalcanzable del matrimonio fecundo de amor, y claro, se estancan hasta podrirse.

La convivencia requiere de negociaciones, fluentes comunicaciones, capacidad de complicidad con el cónyuge para afrontar los problemas de la sobreviviencia. La felicidad marital no se fundamenta únicamente en el amor, sino en un conjunto de habilidades. Eso lo debe tener en cuenta el terapeuta: la vida en pareja no depende únicamente del amor, ni se construye únicamente por las historias familiares precedentes. El sentir necesita un hacer, y entre ambos debe procederse con el discernimiento.

 


 

Referencias

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  1. Doctor en Psicología por la Universidad de Granada (España). Docente-Investigador en la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. ↑
  2. Los nombres de los participantes y algunos datos que los podrían identificar han sido modificados.

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